• Nem Talált Eredményt

En plena efervescencia modernista, en unos años de madurez creativa, Darío publica en la revista Buenos Aires, a principios de 1899, un cuento titulado “Cuento

décadas del xx, y que justo finaliza cuando se impone en poesía la estética de las vanguardias.

2 Véanse mis trabajos: Rubén Darío y la moral estética; El impuro amor de las ciudades. Notas acerca de la literatura modernista y el espacio urbano e “Introducción” a Poesía Completa de Rubén Darío.

3 Por ejemplo, la serie incluida en Azul…, “En Chile”, no me parece constituida por relatos propiamente dichos, sino por prosas poéticas, las llamadas “transposiciones de arte” (véanse, en este sentido, Pedro Salinas: La poesía de Rubén Darío y Arturo Marasso: Rubén Darío y su creación poética). De hecho, muchos editores de la poesía de Darío las han incluido con sus poemas.

4 Darío proyectó, por ejemplo, un volumen que iba a titularse Cuentos nuevos y que incluiría básicamente los cuentos de la etapa argentina.

de Año Nuevo” que comienza del siguiente modo: “Había una vez en un reino del país de Utopía una hermosísima princesa llamada Rosa de las Rosas” (Cuentos completos, 320).

El cuento narra la historia de esta princesa a la que su padre puso ese nombre porque “al nacer, su padre y toda la corte [sintieron] la prodigiosa fragancia” de las rosas “y [vieron] la maravilla de aquella faz” (320). Princesa que a la hora de elegir un futuro marido elige al “cisne”, sí, al animal, al ave que reinaba en el jar-dín y que “[e]ra todo blanco y argentino” con “el pico lustroso de ágata sonrosada como el talón de Venus. Las alas eran dos abanicos de alabastro y el cuello trazaba sus signos de gracia en el aire fugaz, de manera que su influjo secreto ponía en el paraje como un encantamiento” (320). Su padre, el rey, consiente y se producen las nupcias y “Rosa de las Rosas fue […] al estanque del jardín y amó de amor [y aquí aparece la sorpresa, la resolución parcial del misterio] al príncipe encan-tado” (321). Un príncipe que a continuación habla como ser humano a la princesa, pero cuya materialización en ser humano el cuento no nos narra con indudable acierto, y le dice que como ha dejado los amores del mundo y ha buscado “el único e infinito”, le otorga “como joya de boda la inmortalidad”, y añade: “Desde hoy, Rosa de las Rosas, eres la cisnesa y la flor, juntas la fragancia y la armonía, los níveos hechiceros a los pétalos encantadores. Y pues te has querido consagrar en nupcias misteriosas al divino Imposible, sé la emperatriz de los ensueños, la reina de una Saba maravillosa”. Y concluye: “pues yo soy el eterno Salomón […] soy la suma de la pura Belleza y de la Razón suprema” (321).

Al margen o además de la evidente alusión al mito de Leda (en un mo -mento se dice que “Era el pájaro voluptuoso el preferido de la princesa porque ella había leído la fábula de Leda” [321; énfasis mío]) y de los coqueteos característi-cos de Darío con las perversiones sexuales, es evidente que en el cuento intenta elaborar un mundo utópico alternativo, según las construcciones utópicas tradi-cionales derivadas del modelo clásico de Tomás Moro. Este imaginario utópico alternativo de Darío está regido por los principios de lo que en otros lugares hemos llamado “la moral estética” de los modernistas.5 Cuando hablamos de

“moral estética” queremos decir que los escritores modernistas -y los euro-peos finiseculares- expresan las contradicciones entre el horizonte utópico de la modernidad y la realidad distópica de la modernización con un intento de sacralización del arte, “la religión del arte” que repetirá Darío en varios de sus poemas (Bermann, 132-141). Vivir la vida según las reglas de arte, de la literatura, sin someterse a ninguna otra ética social, política o religiosa tradicional. Las

5 Véanse Rubén Darío y la moral estética de Álvaro Salvador e Introducción al estudio de la literatura hispanoamericana. Las primeras literaturas criollas de Juan Carlos Rodríguez y Álvaro Salvador.

estructuras que se derivan de esa concepción ideológica son las que configuran la literatura y el arte finiseculares: el culturalismo, el culto de la anormalidad, la vuelta al pasado anterior a la ilustración, las críticas al progreso y a la sociedad industrial, la automarginación de la vida bohemia, la sinestesia como principio creador, etc.

Este cuento es sintomático de esa actitud. Desde el comienzo vemos la recu-rrencia al concepto de “Utopía”, nombrando así el país en que se sitúa el cuento, tal y cómo hace la tradición narrativa desde Las mil y una noches. La protagonista de ese cuento, habitante de la Utopía, es una princesa, y la princesa en la tradición pitagórica, que Darío conocía muy bien, es el símbolo del alma superior. El alma superior, pues, es nombrada “Rosa de las Rosas” por su extraordinaria fragancia y por su belleza, y ocurre que el símbolo fundamental que Darío aplica a su pro-pia obra, a la producción poética modernista e incluso a la finisecular en gene-ral, es la rosa. En uno de sus primeros artículos de crítica, dedicado a Catulle Mendés, dice: “Hacer rosas artificiales que huelan a primavera, he ahí el misterio”

(El Modernismo y otros ensayos, 32). Pero es más, el alma superior que es “rosa de las rosas” ¿de quién va a enamorarse? ¿De algún príncipe ausente como la prota-gonista de la “Sonatina”? No, con una tensión zoofílica verdaderamente arries-gada, el autor hace que la princesa, alma, superior y Rosa de las rosas, se enamore de un animal. Aunque bien es verdad que este animal no es un animal cual-quiera, sino precisamente un cisne: el rey del jardín, el emperador de las aguas estancadas, el que canta antes de morir, el que lanza el signo de interrogación con su cuello y finalmente el que estira su cuello entre los muslos de Leda, es decir, Júpiter, el dios más poderoso y también el más libertino.6 El cisne es el símbolo máximo del arte, no solo en el Modernismo, sino en toda la estética finisecular -recordemos los cisnes wagnerianos, los cisnes de los parnasianos franceses, los cisnes de la música romántica, etc.-, no solamente por su extraordinaria belleza y elegancia, sino sobre todo porque se utilizará simbólicamente el hecho de que el cisne solo canta cuando va a morir. Como el arte moderno. Los modernistas, los escritores finisiculares, de ahí el adjetivo de decadentes, estaban convencidos de que, ante la fuerza del utilitarismo y el progreso industrial y tecnológico, el arte, al menos el arte tradicional, el que ellos entendían y amaban, estaba a punto de morir y ellos serían sus últimos cultores.

La metáfora de un espacio ideal del arte, espacio de la tradición y, por lo tanto, moribundo como el cisne, está completada en el momento de las nupcias entre la

6 Es curioso cómo el inconsciente erótico de Darío se impone al intentar justificar la atracción de Rosa por el cisne en el hecho de que conocía la historia de Leda. ¿Qué atraía de esta historia a la muchacha? ¿El que el cisne pudiera hacerle el amor o que el cisne fuese finalmente un dios?

Habría que recordar el tratamiento que de este motivo hace Delmira Agustini.

rosa y el ave, en las que se “aman con amor” (Cuentos completos, 321). Pero Darío ha dejado muy claro que estamos en el país de Utopía y, por lo tanto, el final del cuento tiene que defender esa utopía. El imaginario utópico de Darío, recurre una vez más a la tradición, pero a una tradición que pueda proyectarse hacia el futuro;

el cisne, en el desvelamiento mágico del cuento tradicional no es Júpiter, ni tam-poco ningún príncipe al uso, el cisne resulta ser nada menos que el rey Salomón, es decir, un personaje que en la tradición judeocristiana representa el grado más alto de sabiduría. La Biblia lo define así: “un corazón tan sabio y entendido, que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú”

(1 Reyes 3.12). La figura de Salomón fecundará pues al alma superior, al alma creativa, con la sabiduría, la sabiduría que le permite dominar las “poéticas esfe-ras” porque es “la suma de la Pura Belleza y de la Razón Suprema” (Cuentos com-pletos, 321). Es decir, “el Porvenir del arte,” que es otro de los conceptos funda-mentales en la Modernidad artística y literaria podrá ser posible gracias a la sabiduría, a la ciencia.7 De ahí que las rosas que Darío quiere elaborar no sean rosas salvajes, naturales, sino rosas artificiales, rosas fecundadas con la sabiduría de la ciencia y transformadas a través de los injertos en hermosísimas rosas de jardín, pero, ahora bien, rosas artificiales que sean capaces de oler a primavera, de evocar el efecto natural que producían las antiguas rosas salvajes.