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Las estrategias de los priscilianistas

In document Mare nostrum (Pldal 47-50)

Curando las heridas: redes episcopales y herejía priscilianista

2. Las estrategias de los priscilianistas

A pesar de los intentos por presentar el grupo como una secta margi- nal y minoritaria, Sulpicio deja escapar determinadas pistas sobre la im-portancia social del grupo y su estrecha relación con la Iglesia hispana. El autor reconoce por ejemplo que Prisciliano era muy querido entre las elites aristocráticas del sur de Hispania. Por otra parte, como se verá, los episodios posteriores del conflicto muestran que los priscilianistas tuvieron impor-tantes conexiones con la administración secular. Tampoco sus conexiones con el obispado hispano debían de ser pocas y Sulpicio debió de admitir el predicamento que los priscilianistas tuvieron entre los obispos21.

Según Sulpicio, la primera estrategia de los priscilianistas había sido no acudir al Concilio de Zaragoza. De esta forma los priscilianistas habían evi-tado su condena ante la imposibilidad de ser juzgados in absentia. Sulpicio

20 Sulp. Sev. Chron. 2. 49: cuncta ibi venalia erant; Sulp Sev. Chron. 2.50: certe Ithacium nihil pensi, nihil sancti habuisse definio; fuit enim audax, loquax, impudens, sumptuosus, ventri et gulae plurimum impertiens.

21 Sulp. Sev. Chron. 2.46-7. L. Cracco-Ruggini, “El éxito de los Priscilianistas: a propósito de cultura y fe en el siglo IV d.C.”, en R. Teja Casuso y C. Pérez González (eds.), Congreso Internacional La Hispania de Teodosio, 39-49.

intenta presentar esto como una triquiñuela de los priscilianistas, diciendo que los herejes no se atrevieron a ir, pero el propio Martín de Tours usó la misma estrategia entre 385 y 39722. Los priscilianistas tenían ejemplos recientes que demostraban que los concilios no estaban pensados para fa-cilitar el debate, sino para legitimar la opinión del grupo episcopal más po-deroso. En el concilio de Aquileya en 381, los obispos Paladio de Ratiaria y Secundiano de Singidunum habían sido condenados por una mayoría de obispos nicenos que apenas les habían dejado defenderse23. No obstante, la actuación de los priscilianistas demuestra el respeto que mostraron ha-cia las instituciones eclesiásticas. En lugar de desoír las resoluciones de un concilio, habían evitado una resolución contraria del mismo. El fracaso del concilio de Zaragoza demostraba que a pesar de que existía un consenso sobre la legitimidad de estas instituciones, sin embargo, la falta de mecanis-mos que aseguraran la imposición de sus decisiones anulaba la efectividad de las mismas.

La segunda estrategia del grupo había sido ordenar a Prisciliano obispo de Ávila. Intentando desprestigiar la ordenación, Sulpicio menciona que lo consiguió con ayuda de sus amigos, de los que el autor no menciona ni el número ni la posición social24. La imputación no era original, otros insignes obispos antes que Prisciliano habían recibido la misma acusación y más la recibirían después. El propio Ambrosio sería acusado por Paladio de Ratia-ria de haber conseguido el obispado con ayuda de sus amigos seculares25. La irregularidad de la elección de Ambrosio queda de manifiesto en la Vita Ambrosii en la que se relata como la presión del pueblo había forzado a la elección de Ambrosio que en aquel momento era el gobernador de la pro-vincia y ni siquiera estaba bautizado26. Los historiadores no han aplicado la misma dureza a la hora de juzgar al obispo de Milán que cuando analizan el caso de Prisciliano. Lo cierto es que en este momento, y a pesar de que los

22 Sulp. Sev. Chron. 2.47: haeretici committere se iudicio non ausi; Sulp. Sev. Dialogi, 3.13.

23 Gesta Concilii Aquileiensi 52 (CSEL 82.3); M. Zelzer, “Bemerkungen zum Konzil von Aquileia 381” en I concili della cristianità occidentale, 439-47.

24 Sulp. Sev. Chron. 2.47.

25 Palladius, Apologia 84-120; N. B. McLynn, “The “Apology” of Palladius: Nature and Purpose”, Journal of Theological Studies 42 (1991), 52-76.

26 Paul. Vita Ambr. 9 (ed. A. Bastiaensen, Milán, 1975, 51-124).

cánones de Nicea establecían lo que debía ser una ordenación regular, con-tando con al menos tres obispos de la provincia y la confirmación del me-tropolitano, dicho procedimiento no siempre era seguido. En un mundo en que las ordenaciones “irregulares” eran la norma, la elección episcopal de Prisciliano no habría sido, por tanto, una rareza ilegítima27. Así, una vez se tiene en consideración la falibilidad y escasa definición de los procedi-mientos eclesiásticas, sería erróneo decir que los priscilianistas mostraron menos respeto por las instituciones de la Iglesia que los antipriscilianistas.

No obstante, los priscilianistas pronto entenderían que el respeto a las instituciones eclesiásticas y el apoyo de la aristocracia hispana no eran su-ficiente para mantener la autoridad. El rescripto de Graciano expulsando a los priscilianistas de sus sedes atentaba directamente contra su legitimi-dad dentro y fuera de sus comunilegitimi-dades. Prisciliano comenzó entonces un viaje a Italia con la intención de convencer a los obispos más poderosos de Occidente con argumentos teológicos que quedaron recogidos en el Liber ad Damasum28. Este documento, junto con el resto de los manuscritos Würzburg, demuestran que Prisciliano no había acudido al juicio de Zara-goza no porque careciera de argumentos, sino porque sabía que el resulta-do sería irremisiblemente su condena. Prisciliano y los suyos, sin embargo, fueron rechazados por los principales obispos occidentales, por lo que éstos decidieron cambiar de estrategia y utilizar sus influencias seculares. De esta forma, Prisciliano consiguió del magister officiorum Macedonio un rescripto que reponía a los priscilianistas en sus sedes, algo que consiguieron gracias al apoyo que tenían entre los funcionarios imperiales de Hispania.

Este desarrollo muestra cómo, una vez que escrutamos la retórica de Sulpicio y nos centramos en las estrategias adoptadas, el grupo de Prisci-liano se revela como una red episcopal y aristocrática con un gran cono-cimiento del funcionamiento de las instituciones eclesiásticas. De hecho, el modo de proceder de ambos bandos fue muy similar, a pesar de que la diferente composición y organización de ambas redes llevó a estrategias distintas. Los priscilianistas usaron sus conexiones con las redes seculares en Hispania para competir con la influencia de la mayoría numérica de los

27 En contra de esto ver P. Norton, Episcopal Elections 250-600: Hierarchy and popular will in Late Antiquity, (Oxford, 2007), 14-151.

28 Ver n. 18.

obispos y el prestigio de las redes episcopales imperiales que fueron mo-vilizadas por los antipriscilianistas. Pero utilizar las influencias en la esfe-ra secular y explotar las rivalidades entre altos funcionarios, eesfe-ra un juego al que todos podían jugar, y los antipriscilianistas demostraron hacerlo mucho mejor en la escala imperial. Si a eso sumamos una desafortunada combinación de acontecimientos en Galia y la inhabilidad de Prisciliano para manejarse en este cambiante e inestable contexto político, se puede comprender el fatal desenlace de la controversia29.

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