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LA LARGA TRANSICIÓN DEL LIBRO EN CATALÁN

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LA LARGA TRANSICIÓN DEL LIBRO EN CATALÁN KRISZTINA NEMES

Universidad de Szeged

Resumen: Durante la dictadura, la lengua catalana quedó marginada de la vida institucional y oficial del país y la cultura estaba sometida a un proceso inevitable de folklorización. El castellano se convirtió en la lengua de cultura de toda la población catalana bilingüe, hasta el punto de que en el caso de los usos formales la mayoría de los catalanes se sentía más competente en castellano. El resultado de la política cultural y lingüística del franquismo fue la regionalización de Cataluña y la articulación de España como estado-nación.

En el período de la Transición la industria editorial barcelonesa, orientada hacia los mercados de España y América Latina, consideraba el mercado del libro en catalán demasiado pequeño o “provinciano”. Además, el potencial público lector catalán era prácticamente analfabeto en su lengua materna. A pesar de las dificultades durante los años de la autonomía, se ha consolidado un mercado del libro en catalán y la literatura catalana fue la invitada de honor de la Feria del Libro de Frankfurt en el año 2007, un éxito sin duda para una lengua sin estado.

Palabras clave: lengua minoritaria, diglosia, libros en lenguas vernáculas, construcción del país, auto-afirmación cultural

Abstract: The use of Catalan language was banned in the institutional and official life of Catalonia during the dictatorship, thus Catalan culture inevitably went through a process of folclorisation. The Castilian language took over the role of the language of culture for the whole of the bilingual Catalan population that continued to be Catalan-speaking, but felt itself more competent in Castilian in case of any formal use. The cultural and lingistical politics of the dictatorship resulted in the regionalisation of Catalonia and the consolidation of Spain as a nation-state. During the Transition the strong barcelonian editorial industry traditionally oriented towards the markets of Spain and Latin-America considered the Catalan edition as marginal and provincial, though it had a potential after the alfabetisation of Catalans in their mother tongue. Not without difficulties

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but the years of the democratical transition saw a spectacular growth of the Catalan Book and the consolidation of its market. The process reached its climax in the Frankfurt Book Fair 2007 with The Catalan Culture as Guest of Honour. An international success for a stateless language.

Keywords: minority language, diglossia, books in vernacular, state buildig, cultural self-affirmation

Quod legerent omnes, quondam dabat Itala tellus, Nunc e Pannonia carmina missa legit.

Magna quidem nobis haec gloria; sed tibi maior, Nobilis ingenio, patria facta, meo!

Janus Pannonius (1434-1472) Laus Pannoniae

Desde el punto de vista sociológico todas las lenguas –incluso las minoritarias– son aptas para desenvolverse en todas las funciones de la lengua en todos los niveles en una sociedad moderna y, de esta manera, vertebrar la sociedad. Las lenguas que no tienen normativa lingüística (uso formal y oficial) ni tradición de literatura escrita (uso simbólico y artístico), es decir, un nivel alto y culto del uso lingüístico, tienen que desarrollarlas para poder tener este papel vertebrador en su territorio de uso. El informe de la Unesco sobre El uso de las lenguas minoritarias en la educación del año 19531 destaca una característica distintiva del catalán: una literatura importante. “Unas lenguas como el catalán y el provenzal tienen una literatura extraordinariamente desarrollada” (Vallverdú, 1968:9).2 En el caso del catalán tampoco falta la normativa establecida por un científico, Pompeu Fabra, en 1913. A partir de ese momento La gramática de la lengua catalana, adaptada por el Instituto de Estudios Catalanes, sirve como normativa moderna de la lengua que asegura la homogeneidad lingüística en su territorio de uso.

No obstante, la situación lingüística de la lengua catalana no es habitual en Europa. Aunque con una larga tradición literaria y cultural, el catalán es una lengua sin estado para vertebrar, por lo tanto, sin poder efectivo para defenderla a cambio. Su peso demográfico es pequeño y, en los territorios de los cuales es lengua propia, coexiste siempre con otro idioma, mayoritariamente con el español que, por el nombre de hablantes y por su

1 The use of vernacular languages in education, UNESCO (10-11-2015).

2 La literatura medieval catalana de crónicas (Bernat Metge, Jaume I) de filosofía (Ramon Llull), de poesía (Ausias March, Jordi de Sant Jordi, etc), o la famosa epopeya trovadoresca Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell, son ejemplos bien conocidos.

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presencia en los medios de comunicación, significa una amenaza constante para la existencia del catalán incluso en la época democrática.

Durante la dictadura, la lengua y la cultura catalanas quedaron marginadas de la vida institucional y oficial y muy lejos de las posibilidades de las lenguas y culturas de una nación de dimensión similar. Es verdad que la censura franquista tenía las mismas regulaciones para todo el país y, por cierto, eran muy duras porque hasta 1966 quedó en vigor la Ley de la Censura de 29 de abril de 1938, es decir, de los tiempos de la guerra. Pero según los resultados de la investigación de la historiadora Maria Josepa Gallofré, máxima autoridad en cuestiones de la censura franquista, las medidas aplicadas en el caso del catalán eran aún más duras, porque por lo que respecta a los libros en castellano podemos hablar de prohibición parcial de ciertos autores u obras, mientras que en cuanto a la edición catalana, el objetivo final era la aniquilación del público lector catalán y de la cultura del libro en catalán.3 A las restricciones en general se añaden otras, específicamente lingüísticas, de las cuales la edición de Las obras completas de Jacinto Verdaguer (1845-1902), “mossèn Cinto”, el príncipe de los poetas catalanes, sirve de buen ejemplo. Josep M. Cruzet (editorial Selecta) tardó dos años, desde 1941 hasta 1943, para obtener el permiso de reeditar las obras de esa gran figura del renacimiento cultural y literario del siglo XIX, y, aun así, solo a condición humillante de editarla con ortografía prenormativa.

Esta condición fue impuesta por el lingüista y también jerarca de la dictadura Antonio Tovar (Llanas, 2006:22) con lo cuál hacia obvio la dura realidad que el poder central consideraba la literatura catalana como una literatura que tenía solo valor arqueológico, una literatura derrotada sin derecho a coexistir como lengua culta del país.

En los primeros cinco años de la dictadura se publicaron solo 99 títulos en catalán, la mayoría clandestinos y, como decía Josep Pla, “en el año 1946 no existía en el mercado ningún libro en catalán que no fuese editado como mínimo 10 años antes” (Llanas, 2006:23). Después del final de la Segunda Guerra Mundial, la regulación hace las primeras concesiones para permitir ediciones en la lengua del país. Como resultado de esta permisividad, entre los años 1946-1951 se publican 200 títulos, pero para recuperar la cantidad de títulos publicados en 1936 (865), la sociedad catalana tendría que esperar hasta 1977. Antes de los años 60, la mayoría de los títulos publicados eran de costumbrismo de folklore, unos clásicos, de religión, pero muy pocos de ellos podían satisfacer a un lector que cultivaba interés por las novedades, o por el mundo en general. Más que las obras literarias de ficción de autores autóctonos, la censura era especialmente severa con las obras ensayísticas,

3 Obra de Gallofré “L’edició catalana i la censura franquista 1931-1951” referida por Vallverdú (2012).

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de temas históricos, y las traducciones faltaron de manera completa en el mercado catalán hasta los años 60.

De esa manera, la cultura del libro y la cultura catalana en general fueron conducidas a un proceso inevitable de folklorización. El castellano se había convertido en la lengua de alfabetización y de cultura de toda la población catalana bilingüe. Este bilingüismo, que aparentemente es una gran riqueza, relega al catalán a un segundo lugar en cuanto a su valor sociológico. Este tipo de convivencia de dos lenguas se puede ilustrar con la teoría lingüística de Julián Marías, discípulo de Ortega, quién dice: “la casa lingüística de los catalanes tiene dos pisos. En el primero, el catalán, se hace vida cotidiana y familiar, escenario de las relaciones más íntimas, pero suben frecuentemente al segundo piso, al castellano, y cuando lo hacen continúan estando en casa”

(Vallverdú, 1968:39). Según esta teoría, todos los catalanes son bilingües, cuando hablan castellano lo hacen sin ningún esfuerzo, pero señala también una división de trabajo entre las dos lenguas: hay una lengua inferior y otra superior que tiene el lugar de honor de la lengua de cultura, por lo tanto:

diglosia. Y dice textualmente: “saber el castellano es necesario para que la personalidad catalana sea actual y no arcaica, enraizada y universal al mismo tiempo” (Vallverdú, 1968:39).

Es verdad que en el caso de los usos formales la mayoría de los catalanes de los años 50, 60, 70, 80 se sentían más competentes en castellano, pero eso era la consecuencia de la falta total de la escolarización en la lengua materna. También todos los recursos culturales modernos disponibles estaban en español. El resultado de la política cultural y lingüística del franquismo fue la regionalización de Cataluña y la articulación de España como estado-nación. El lingüista francés Antoine Meillet (1866-1936), discípulo de Saussure, formuló una regla que puede servir como explicación a la pregunta de por qué los catalanes no renuncian a su lengua materna en tales condiciones: “la experiencia demuestra que una población altamente civilizada, en posesión de una gran lengua de civilización, y apoyada en un gran pueblo de la misma lengua, no cambia la lengua…” (Vallverdú, 1968:59).

Con la liberalización de Fraga (La Ley de Prensa e Imprenta, 1966) la censura previa no se había extinguido de facto y quedó también como limitación severa el artículo 51, que exigía a las editoriales la inscripción en un registro del Ministerio de Información y Turismo. Para obtener este número de registro, las editoriales tenían que dar mucha información previa sobre el estado financiero de la empresa y la planificación de su producción.

Además, las editoriales ideológicamente incómodas estaban obligadas a presentarse también a la policía. La Editorial Edicions 62, que solicitó el número de registro en 1966, lo obtuvo solo en 1972 y a cambio debía pasar todos sus libros al proceso de la censura voluntaria. Otra editorial

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marcadamente catalanista, Publicacions de l’Abadia de Montserrat4, tuvo que esperar hasta la muerte del dictador para poder tener el número deseado de registro.

A partir de 1966, la edición en lengua catalana ya estaba bajo las condiciones generales de la edición en España, pero su crecimiento tenía un obstáculo muy grande: la falta de un público extenso. Puesto que los catalanes eran analfabetos en su lengua materna. Para recuperarla, los catalanes habían hecho de la resistencia cultural y lingüística el eje central de su resistencia personal, social y política. Unos ejemplos característicos de eso: la primera iniciativa clandestina del Congreso de Cultura Catalana (en 1964, en Barcelona, unos 300 congresistas, bajo el patrocinio del abad de Montserrat, Aureli Maria Escarré), o las clases clandestinas de catalán que estaban muy de moda en los años 60. El pueblo catalán no quería ser cómplice de la liquidación de sus propios orígenes culturales.

Este esfuerzo de recuperación de la lengua y la cultura catalanas existió también en el ámbito editorial. Unas editoriales de la época republicana que sobrevivían con muchas dificultades, empezaron a publicar libros en catalán desde cuando eso fue posible (Claret, Labor, Millà, Ariel, Barcino, Alpha, etc.), y se crearon nuevas en los años 60 y 70 (Edicions 62, Nova Terra, Estela, Club Editor, Enciclopèdia Catalana, Proa). En los años 60, incluso las editoriales no catalanas publicaron colecciones en catalán como, por ejemplo, Alfaguara (Llanas, 2006:75). Como resultado de sus esfuerzos, a pesar de la censura, entre autores catalanes y traducciones al catalán en 1976 existían en el mercado unos 6000 títulos catalanes comercialmente vivos (Guardiola, 1996:60). Los catalanes estaban acostumbrados a leer las traducciones en castellano porque esas traducciones existían desde siempre y para la gente bilingüe eso no representaba ningún esfuerzo extra. La nueva moda de traducir libros al catalán muchas veces había sido un fracaso económico (pequeños tirajes) como, por ejemplo, la versión catalana de Ulysses. Los editores catalanes, por eso, se decantaban muchas veces por autores del país, una práctica generalizada en el libro infantil y juvenil (Llanas-Chumillas, 2012). Al mismo tiempo se creaban librerías dispuestas a vender libros en catalán a pesar de que así se arriesgaban a sufrir los atentados y los incendios causados por los grupos de extrema derecha que atacaban librerías de signo antifranquista –y el catalanismo era claramente de este signo– con la complicidad de la policía.5

4 Editorial catalana consolidada en 1950, la primera que bajo la protección eclesiástica de Montserrat pudo introducir temas y obras de reivindicación cultural-nacional catalana.

5 En abril de 1973 la víctima fue la Editorial Nova Terra, que sufrió grandes pérdidas a consecuencia de un incendio provocado, después fue atacada la redacción de la Gran Enciclopèdia Catalana, donde se destruyó todo el material electrónico, los ordenadores IBM fueron robados, etc. y los asaltantes dejaron escrito sobre las paredes “Catalanistas al paredón” y, en el mismo año, un incendio destruyó la Central del Llibre Català, propiedad de

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A pesar de las dificultades el número de títulos del libro catalán seguía creciendo hasta llegar en 1977 a los 865 títulos equivalentes a los títulos editados en 1936, con la diferencia de que antes de la guerra este número cubría un amplio abanico de temas y géneros para una población de 2,8 millones de habitantes. En el momento de la recuperación de la misma cantidad de libros, la población de Cataluña era ya de 5,8 millones] y fuertemente castellanizada. Incluso así, los números cantan victoria porque entre 1975 y 1985 el crecimiento total del sector editorial en Cataluña era del 400%, mientras que el sector español en el mismo periodo creció solo un 40% (Guardiola, 1996:62). Además, había un espíritu renovador en las editoriales, nacieron muchas –se consolidaron pocas– y algunas forjaron una verdadera marca (Magrana, Pòrtic, Quaderns Crema). En esta época de la Transición había en Cataluña unas 90 editoriales y 40 de ellas publicaban solo en catalán.

Al empezar la Transición, el ecosistema de cultura y comunicación omnipresente en Cataluña era español, y quedaba vigente también una inercia en la mecánica mental de la mayoría de la gente: la consciencia de una “españolidad” compartida como referencia identitaria exclusiva. Existía, al mismo tiempo, una sociedad civil que creció al margen de las instituciones y que tuvo un papel fundamental en el enderezamiento del catalán al final de la dictadura y al inicio de la transición (Tresserras, 2014).

La primera convocatoria pública del Congreso de Cultura Catalana (1975- 1977) dio lugar a la fundación de la AELC (Associació d’Escriptors en Llengua Catalana), una entidad profesional vinculada al catalán como lengua creadora, literaria. La asociación desarrolla su actividad en los distintos territorios de habla catalana (los denominados Países Catalanes: Cataluña, País Valenciano, Baleares, Franja oriental de Aragón, Languedoc-Rosellón en Francia, Andorra y Alguer en Italia). La AELC participó decisivamente en la refundación de la Institución de las Letras Catalanas. En 1978 se fundó la Asociación de Editores Catalanes, con 70 miembros.6 Se perfiló así un renovado ecosistema catalán, animado por un ensanchamiento del reavivado uso social y público del catalán. Ese proceso se intensificó a finales de los setenta y al comienzo de los ochenta, con la inclusión del catalán en la escuela y, más tarde, con la Ley de la Normalización Lingüística (1983), la progresiva generalización de la política de inmersión lingüística (primer curso de 1983-84) y la puesta en marcha de TV3 con programación regular (enero de 1984). A pesar de eso, el sistema español se mantenía casi intacto en los primeros años de los ochenta también en

Edicions 62. En 1974 un incendio causó muchos daños en el almacén de un proveedor fundado por ocho editoriales, entre ellas siete catalanas (Anagrama, Barral Editores, Edicions 62, Fontanella, Laia, Lumen y Tusquets) y una madrileña (Cuadernos para el Diálogo) (Llanas, 2006:31-32).

6 Los datos son del libro de Guardiola (1996).

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Cataluña debido al control absoluto del mercado de la comunicación y la cultura. Los resultados de la resistencia y la militancia catalanas al comienzo de los ochenta se lograron mayoritariamente sin ayuda de subvenciones ni un sistema institucional, muchas veces a base de trabajo voluntario. La identidad “nacional” de la clase alta barcelonesa ya no era culturalmente catalana y no tenía interés en vertebrar un país nuevo bajo su liderazgo (Tresserras, 2014). En las empresas inequívocamente culturales y catalanistas como Edicions 62, l’Enciclopèdia Catalana, más tarde la Magrana, la discográfica Edigsa, o la revista Serra d’Or, podemos descubrir las empresas pequeñas y medianas y los profesionales acomodados, no las de origen burgués o aristocrático. Las dificultades del empresariado cultural convencional que buscaba la rentabilidad en vez de actuar por razones patrióticas o a base de voluntarios eran muy grandes en el proceso de la construcción de un sistema catalán de comunicación y cultura. Por un lado, había un pueblo casi analfabeto en su lengua materna y una oferta muy limitada de prensa, tele, radio, libros, cine, video, teatro en catalán y, por otro lado, una amplísima gama de productos culturales en castellano. Una situación muy desigual.

Durante el siglo XIX Barcelona se había consolidado como el principal centro editorial del mundo hispánico. También el famoso boom de la literatura latinoamericana de los años 1960 tuvo su epicentro en Barcelona debido al trabajo del agente literario, Carme Balcells, y en las editoriales barcelonesas (Libros DB, Barral Editores, Grijalbo, Planeta). La capital catalana mantenía un destacado papel de liderazgo cada vez más compartido o disputado con Madrid en la mayoría de las industrias culturales (Tresserras, 2014). Esa industria potente de Barcelona, orientada a los mercados español y latinoamericano con una tradicional vocación exportadora, consideraba el mercado del libro en catalán demasiado pequeño, “identitario” o “provinciano”, o sea, un segmento complementario. Para poder construir una industria del libro en lengua catalana, había que escolarizar a la gente en catalán y crear así la base lectora, el mercado. Una de las características de la edición catalana fue la presencia de la novela y la poesía (carácter aristocrático), pero faltaba durante muchos años la literatura de quiosco, por la ausencia del público consumidor. El escritor Manuel Pedrolo7 –entre otros– se encargó de la tarea de crearlo elaborando los sentimientos populares (en géneros populares) después de haberlos vivido que, según Gramsci, es el trabajo del intelectual progresista8 hacia su pueblo.

El papel del libro en catalán está bien formulado por el título de una exposición itinerante, organizada por la Asociación de los Escritores en

7 La página de web del autor Manolo Pedrolo.

8 La opinión de las izquierdas de la época, ejemplo citado por Vallverdú (1968:110).

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Lengua Catalana: El libro, instrumento de enderezamiento de un pueblo (20è aniversari AELC, 1996). El crítico literario Àlex Broch dice en su artículo sobre la generación de los escritores catalanes de los setenta: “intentaba llevar a cabo un proyecto colectivo y tenía una opinión pública sobre la realidad nacional de Cataluña que la época histórica casi exigía… para la mayoría de nosotros la actividad cultural fue también un arma de acción política” (Broch-Calafat-Izquierdo-Lluró- Sala-Valldaura, 1992:17-63). El gerente de la editorial La Magrana y primer presidente de la Asociación de Editores Catalanes, Carles-Jordi Guardiola, formuló este pensamiento de la siguiente manera: “el libro es y puede ser un instrumento decisivo de la catalanización y la recuperación de los símbolos de identidad de la sociedad catalana. Apostamos por el libro. De hecho, es el sector mejor situado para liderar este proceso de recuperación nacional y democrática” (Guardiola, 1996:59-72).

Como consecuencia de la situación muy peculiar de la lengua catalana, que de hecho es la misma que la de la lengua vernácula de las Islas Baleares y de Valencia, se complica el problema del país o el mercado de esta lengua

“bacavés” (balear-català-valencià).9 En ninguno de estos territorios la lengua es la única, los valencianos y los habitantes de las Islas son también todos bilingües. Así, sus habitantes tienen también otra lingva franca diferente del castellano, pero esta otra lengua común no tuvo nunca una unidad estatal, sino que ha convivido siempre con la lengua oficial con misión unificadora.

Como consecuencia lógica, el catalán o el valenciano no podían vertebrar sus sociedades respectivas porque estaban y están presentes solo en ciertos usos restringidos en la vida de la sociedad. Tampoco hay unidad de pensamiento político de esos territorios que no han forjado una unidad cultural que permita que pasen curiosidades como que los editores valencianos traduzcan a veces obras al valenciano que ya han sido traducidas al catalán, como es el caso famoso de Harry Potter. Lo que es posible en la AELC entre los miembros escritores de cada territorio lingüístico, ya no es tan fácil en ámbitos políticos. Un ensayo muy interesante del año 1986 con el título “El libro catalán: estado de la cuestión/cuestión de estado” constata lo siguiente: “…el libro catalán necesita un Estado detrás. Necesita un poder propio, nacional, capaz de entenderlo como un hecho natural y capaz de proporcionarle el apoyo necesario sin regateo. Esa es la verdadera cuestión” (Guardiola, 1996:88- 97).

Está claro que el libro en catalán, como todos los libros de países demográficamente débiles, no puede vivir sin subvención estatal. La práctica de los países nórdicos, por ejemplo, es la compra de 1000

9 Propuesta del intelectual valenciano Nicolau Primitiu, después considerada por Joan Fuster como solución de la “Qüestió del nom”. La anécdota fue contada por Fuster (1994).

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ejemplares de los títulos de editoriales comerciales que entran en los fondos de las bibliotecas del país. En Cataluña, la Generalidad compra 200-300 ejemplares con el mismo objetivo. Como herencia de la dictadura la red de bibliotecas en Cataluña era muy precaria (igual que en todo el estado español), o primero había que desarrollarla. Según los expertos la inversión en bibliotecas públicas o escolares era ridícula incluso en los años 90 (Guardiola, 1996:158). Para el desarrollo del sector faltaba una amplia red bibliotecaria, revistas profesionales de crítica literaria, más atención al libro en los medios de comunicación y proyección internacional.

La feria del libro más importante del sector a nivel internacional es indiscutiblemente la Frankfurter Buchmesse. Es una feria profesional donde participan más de 7.200 expositores, de más de 100 estados, y unos 12.000 periodistas del mundo, así que es el lugar par excellence para hacerse visto por todo el mundo en la Galaxia de Gutenberg. Los editores catalanes lograron tener su parada propia en la Feria de Frankfurt por primera vez en el año 1982. Antes, la representación del libro catalán pasaba por el Instituto Nacional del Libro Español (INLE) que, después de mucha insistencia, aceptó unos 200 títulos catalanes, pero los exponía mezclados con los libros en castellano para no llamar la atención (Guardiola, 1996:54) Ya estamos hablando de la época del Estado de las Autonomías todavía sin voluntad clara de reparar las prácticas de franquismo. Por el momento la facturación anual del libro en catalán representa entre el 15% y el 20% del total del sector en Cataluña, que da más de la mitad de producción total del país. El escritor y crítico Joan Triadú, en sus memorias (cita Tresserras 2014) consideraba que el siglo XX era un auténtico siglo de oro de la literatura catalana que ahora tiene un número importante de autores reconocidos dentro del país y traducidos a varias lenguas (el catalán se encuentra ahora entre las 25 lenguas más traductoras y traducidas). Muy importante es también la presencia de autores catalanes muy prestigiosos de la literatura española que escogen como lengua de expresión literaria el castellano.10 Algunos nombres suenan seguramente muy familiares a los lectores:

Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé, etc.

En 1988, la Feria de Frankfurt inventó la figura del “invitado de honor”, que da protagonismo cada año a un país diferente. En 2007, por primera vez, el invitado de honor fue una cultura sin país: la Cultura Catalana, un ámbito cultural definido por una lengua que no es oficial de ningún estado grande (Andorra tiene 77.000 habitantes). Todos los territorios que tienen el catalán como lengua propia suman 13,5 millones de habitantes, de los cuales unos 9,5 la entienden y más de 7,5 la hablan y 5 la tienen como lengua materna.

10 La lista completa se encuentra en la página de web Patrimoni Literari del Instituto de las Letras Catalanas.

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¿A qué se debe esta invitación sin precedentes? Primero, es obra de la fortísima industria editorial presente en Barcelona, que tiene sus antecedentes ya en la época del humanismo (Don Quijote IIa parte, 62o capítulo), a sus contactos en el sector y su internacionalización.11 Evidentemente, son muy importantes también la lengua y la cultura catalanas, que tienen su “exotismo”, porque ni Milán ni Nueva York y sus respectivas áreas culturales no fueron nunca invitados de honor aunque tienen una industria editorial muy potente.

La historia de la ascensión del libro en catalán tocó su punto culminante con esa invitación obrada por el gremio de editores de Barcelona. Porque ocurrió una cosa muy peculiar: el lema “Cultura catalana, singular i universal” no insinuaba de ninguna manera que la cultura catalana, bilingüe, finalmente solo se presentara con los escritores de lengua catalana. De hecho, no lo sabían tampoco los escritores12 que, dos meses antes de ir a Frankfurt, todavía ignoraban si irían todos o solo los de lengua catalana. El gobierno de izquierdas, el primer tripartito de la Generalidad, donde la Consejería de Cultura estaba en manos de Esquerra Republicana de Catalunya, decidió de manera muy lógica: que la literatura catalana es la literatura escrita en catalán13, y así los famosos escritores catalanes en lengua castellana quedaron fuera del lugar del invitado de honor. Ellos participaron en el programa solo a través de sus editoriales. Los organizadores no negaron que el libro catalán debe mucho a la potente industria de Barcelona, subrayaron los buenos contactos entre los escritores de las dos lenguas, su cooperación y su diálogo literario, pero consideraban que esa oportunidad era solo para la literatura en catalán, que querían introducir en el ámbito internacional pasando por la puerta principal de la feria. Una actuación muy consecuente con los principios de Esquerra Republicana, catalanista e independentista desde siempre. El riesgo era grande y, a pesar de los temores y los malos augurios, el éxito también (Bargalló, 2011). La literatura catalana logró la visibilidad y se presentó entre las literaturas del mundo con toda normalidad, que no es el caso de la situación política de Cataluña. La historia de la alargada transición del libro en catalán también demuestra que la transición no se ha acabado. Los catalanes construyen su país en cada espacio que les está permitido. La ocupación del territorio de la Galaxia Gutenberg –“¡Nobilis ingenio, patria facta, meo!”– es una de estas

11 Datos de los países destinatarios de las exportaciones de las editoriales catalanas (2004, 63,57% - destinación América Latina, 31,27% - la Unión Europea) en el informe de Josep Bargalló (2007), director del Instituto Ramon Llull en el período de la Feria de Frankfurt.

12 Recuerdo personal de Imma Monsó, escritora en lengua catalana, participante de la Feria.

13 “El debat es va centrar en el concepte «literatura» afegit a una adscricpió, sigui «alemanya»,

«polonesa» o «catalana». El consens canònic en el tema és que, si les cultures es defineixen territorialment -és a dir, la cultura catalana és tota aquella que es genera a Catalunya-, les literatures ho fan lingüísticament -és a dir, la literatura catalana és la que s'escriu en llengua catalana...” carta personal de Josep Bargalló.

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construcciones virtuales donde la particularidad catalana tiene su presencia real y simbólica en el escenario internacional.

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